UNA HISTORIA IRREVERENTE.
No voy a explicar los motivos por los que me embarqué en esta aventura, pero había tomado la decisión de investigar los orígenes del Correo Argentino y conocer en carne propia la Carrera del Perú, tal y como la concibió Basavilbaso, y allí estaba. Sí, allí. Y digo allí porque no sabría indicar con exactitud el lugar donde me encontraba. Sólo sé que se trataba de una Posta, antigua residencka utilizada para el abastecimiento de chasquis y diligencias, situada a media jornada de camino entre Tucumán y Catamarca, donde "Juanpi" procedía a vendarme las heridas que me había causado tras un desgraciado accidente. Todo había sido muy rápido. Apenas recordaba la advertencia de "Juanpi" indicándome que desmontara de la mula, ya que el paso de aquel desfiladero era peligroso, cuando sin darme tiempo a más cosas y debido a una falla del terreno, la mula resbaló y cayó al precipicio arrastrándome consigo. Pero vamos por el principio. Juan Pedro o "Juanpi" que era como a él le gustaba que le llamaran, era el nombre del guía que, hacía una semana, había contratado en Buenos Aires. Conocí de su existencia gracias a un anuncio del periódico Clarín, en el que decía que si te gustaba la aventura y querías recorrer las rutas andinas al estilo de los antiguos pioneros, su agencia te dispensaría los mejores guías a un precio muy razonable. Al pie de la nota venía una dirección que finalizaba con un escueto "preguntar por Juanpi". Como aquello parecía que encajaba con mis pretensiones y pensaba que podía ser una buena ocasión para realizar la ruta que, según las crónicas, había creado Domingo de Basavilbaso, tomé un taxi y me fui a visitarle. Cuando llegué a la dirección indicada, que hacía esquina a San Juan y Boedo, me quedé atón. Aquello que yo suponía una agencia de viajes, no era otra cosa que un boliche o viejo cafetín, y "Juanpi" era el nombre por el que respondia el lustrabotas del local. El mismo que diligentemente se acercó hacia mí cuando uno de los camareros le anunció que solicitaba sus servicios. La verdad es que apenas llevaba cinco minutos de animada charla, dando lustre a mis zapatos, cuando ya me había ganado con sus historias. Así sucedió que cuando le dije que deseaba realizar la carrera postal de Cuzco, ya que era un ferviente admirador de Domingo de Basavilbaso, su respuesta fue como un pistoletazo.
Toledo, en 1764, a su consignatario en España Juan Albano Pereira. Siguiendo sus instrucciones, la losa debía construirse "en una o dos piezas de mármol blanco o jaspe" con la premisa de que si esta salía muy cara de realizar en La Coruña, la encargara en C&aactue;diz. Finalmente, dejaba instrucciones para que una vez terminado el trabajo, la losa fuera enviada, sin la mayor dilación a Buenos Aires, "embarcándola como lastre en un Paquebote Correo". La pieza, que finalmente fue terminada en mármol blanco, llegó a Buenos Aires en 1772.
- Asimismo, son conocidos los enfrentamientos que mantuvo contra los indios pampa que hostilizaban la frontera de la jurisdicción de Buenos Aires y a las caravanas de carretas que se dirigían hacia el interior y las Salinas Grandes. Como nota triste de aquellas luchas, debe recordarse la que mantuvo contra las tribus instaladas en la margen derecha de Río Salado, cuyo desenlace final deparó el apresamiento y posterior muerte, según dicen "cuando intentaban huir", del Cacique calelian y el grupo de indigenas que lo acompañaba. La ruta del Inca Tan buena impresión me causaron sus relatos y la irreverencia de cómo los contaba, que no tardé mucho en convenir su contratación. Así fue que, una semana más tarde, provistos de enseres para el viaje y mulas para el transporte, partíamos de Buenos Aires con destino a Jujuy. Ante nosostros se abría un camino de 400 leguas con 64 postas repartidas entre las Administraciones de Luján, Córdoba, Carolina, Santiago del Estero, Tucumán, La Rioja, Catamarca, Salta y Jujuy. Ya llevábamos diez días de camino, tomando nota de las costumbres y lugares por donde tuvieron que tansitar los antiguos correos,cuando le dije: - Como bien sabes, me siento orgulloso de que los argentinos tengáis considerado a Domingo de Basavilbaso en tan alta estmia, pero desde que te conozco, no te he notado ningún signo de admiración por su persona. Es más, pudiera decirse queno es santo de tu devoción. - ¡Boludo! ¿Qué pasó que os diste cuenta? respondió. Si no le tengo ninguna simpatía a ese personaje, se debe a que soy un Vetolaza. ¿Os dice algo ese apellido? - Pues no, respondí. - Escuchá prosiguió. Si querés saber algo sobre quienes fueron los que abrieron las rutas postales de estas tierras y como funcionaba el correo de antaño, no tenés más que leer a Felipe Guaman Poma de Ayala. En sus textos descubrireis cómo eran las comunicaciones en la América precolombina. Debés saber que por aquel entonces ya existían los "batun chasqui", grandes mensajeros, y los "churo mullu chasqui" mensajeros provistos de una trompeta de coral que estaban encargados de asegurar las comunicaciones en todo el territorio.
Lo mejor era esperar a que "Juanpi" se tranquilizara, me dije, pero no fue así. Juan Vicente de Vetolaza y Luna - Fueron necesarios 22 años desde el descubrimiento de América por Colón, prosiguió diciendo, para que se estableciera el primer Correo Mayor de Indias con sede en Lima. Así fue como por Real Cédula de la reina Juana I de Castilla y Aragón, el 14 de mayo de 1514, se nombra Correo Mayor de las Indias, descubiertas y por descubrir, al Doctor Lorenzo Galíndez de Carvajal. A partir de 1600 y tras las capitulaciones celebradas con el Virrey del Perú, Luís de Velasco, se establecen los primeros correos ordinarios. El curso de estos correos se realizaba siguiendo las veredas abiertas por el Inca: la del norte, que tocaba Los Valles, llegaba a Quito y Bogotá; la del sur, por Arequipa, llegaba hasta Arica y tirando hacia arriba, por el Cuzco, se podía llegar hasta Potosi. - Uno de los testimonios en los que se han basado la mayoría de los historiadores, cuando se habla de la creación del Correo Fijo en el Río de la Plata, está tomada de las palabras de Calixto Bustamante, alias Concolorcorvo, que no es otra cosa que el personaje de ficción de la obra titulada "Lazarillo de Ciegos y Caminantes" escrita por el asturiano Alonso Carrió de la Vandera.
- Entendés ahora el motivo de mi animadversión hacia ese "boludo". Yo Juan Pedro de Vetolaza "Juanpi", remedo de "penúltimo linyera en viaje a Venus" como diría el tango, soy el descendiente del verdadero creador del Correo Fijo en Río de la Plata. Y eso fue todo. Lo último que recuerdo es el grito de "Juanpi" advirtiéndome del peligro y mi caída al vacío. Después, nada. Ahora, tras haberme dispensado las primeras atenciones y cobijado bajo el techo de esta Posta, "Juanpi" ha partido en busca de ayuda y yo espero impaciente su regreso para que pueda proseguir con su apasionante historia. Prometo que la contaré. Juan Manuel Cerrato
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